En
este trabajo se analiza la obra de Roger Bartra El salvaje en el espejo como
aportación fundamental para comprender la otredad. Se ponderan las
contribuciones del autor a la teoría antropológica en relación con la
construcción de la identidad y la percepción del otro
Desde
que hay memoria escrita, la caracterización del otro en Occidente ha recorrido
los mismos temas. La cosificación del otro salvaje en las obras de Estrabón o
Plinio está sujeta a la primaria y suficiente diferenciación ente lo civilizado
y lo bárbaro: es la visión imperial grecorromana aunque sus raíces sean mucho
más antiguas y se remonten a los salvajes babilónicos y hebreos (Bartra, 1996a:
90-91). Con posterioridad a la caída del Imperio romano esta imagen se
multiplica y se modula desde la perspectiva moralizante de los pensadores
cristianos altomedievales, con Beda e Isidoro de Sevilla a la cabeza (Vanoli,
2005). Es en este momento cuando Bartra sospecha que “se produce la simbiosis
de las tradiciones judeocristianas, grecolatinas y bárbaras” (Bartra, 1996a:
213). La construcción estereotipada del otro también se producirá en el ámbito
musulmán en términos no muy diferentes de como aparece en los textos
cristianos.3 El otro se cosifica desde la plena Edad Media mediante el mecanismo
del arquetipo hasta construir un verdadero mito, como es el caso que analiza
Bartra. La alteridad articula la construcción del otro a través de un mecanismo
tensionado que, a partir de Edward Said, se define hoy como “gramática
orientalista” (Said, 1978; Clifford, 2001: 303-326; Gingrich, 2006) cuando se
analizan las prácticas de identificación étnica (Brubaker y Cooper, 2000: 14).
Nuestro
objeto no es trazar la genealogía completa de este tipo de construcciones
míticas, sino reflexionar sobre el sustancial aporte de Roger Bartra a la
construcción material y simbólica de la otredad4 y, por extensión, a la teoría
antropológica. Para ello tomaré como referencia principal una de sus obras más
originales y reconocidas: El salvaje en el espejo, libro magníficamente escrito
e ilustrado,5 que traza la historia cultural de los homines sylvestres. 6
Obviaré reseñar la vida y obra del académico mexicano,7 pero sí adelantaré que
su antropología es, a mi juicio, “anatómica”, al modo taxonómico de los
científicos ilustrados. En este sentido, cabe destacar que, en paralelo a sus
estudios sobre el otro salvaje, Bartra ha dedicado no pocas páginas al análisis
físico y metafórico del yo mexicano (Bartra, 1996c, 2002a y 2010).
La
hipótesis de partida de El salvaje es sumamente sugerente: ¿Por qué los
conquistadores europeos llegaron a América acompañados de un hombre salvaje? Su
premisa de trabajo es que esos homines sylvestres “no son una imagen de los
indígenas americanos: son auténticamente europeos, originarios del Viejo Mundo”
(Bartra, 1996a: 15). De hecho, una de las conclusiones de Bartra será
precisamente que ese otro interior (el yo salvaje europeo) ocultará al otro
exterior (el ajeno americano, el otro cultural) (Bartra, 1996a: 308). Estamos,
por tanto, ante la historia de un mito que, si bien tiene acreditados
precedentes en la Antigüedad, obedece a la construcción cultural de una
sociedad, la feudal, compuesta, según la definición de nuestro autor, “por
grumos sociales tan compactos que aprisionaban al individuo en una estrecha
convivencia con los demás” (Bartra, 1996a: 166). No mucho después, Bartra
continuaría su relato cronológico en El salvaje artificial, describiéndonos la
evolución del mito desde el Renacimiento hasta el Romanticismo e incluso más
acá (Bartra, 1996b). A pesar de que el tema no era en absoluto desconocido
(Bernheimer, 1952), el enfoque de Bartra permite trascender el caso
aparentemente marginal y erudito del Homo sylvestris al quedar elevado por él a
la categoría de mito complejo y polivalente. Es más, Bartra desvela al hombre
salvaje, en una sustancial paradoja que hace de un ser imaginario “una de las
claves de la cultura occidental” (Bartra, 1996a: 302-303).
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