En la muerte de Herbert Marcuse
(Esta nota luctuosa fue publicada en el diario El País de Madrid, el 19 de julio de 1979, con motivo de la muerte del gran filósofo alemán que alcanzó una alta popularidad entre los estudiantes de las universidades europeas y norteamericanas, durante uno de los períodos más fecundos del siglo XX, tanto en el campo de los movimientos sociales como en el del pensamiento. La renovación universitaria que comenzó en el campus de la Universidad de Berkeley en 1964 y luego se extendió en otras universidades norteamericana y europeas, fue altamente influida por las ideas marcusianas sobre los límites de la razón moderna y su carácter instrumentalista. El filósofo Marcuse después dictar clases en otras universidades como Columbia y Harvard, pasa los diez últimos años en Berkeley ejerciendo magisterio. La imagen del estudiante universitario movilizado por las luchas antirraciales, antibelicistas y anticonsumistas, es el de un joven con un libro bajo el brazo y el más difundido fue El Hombre Unidimensional del filósofo berlinés.
Esta es una excelente oportunidad para rememorar las ideas de Marcuse sobre una sociedad unidimensional que sacrifica el futuro en el altar del presente. Esta misma sociedad que ahora se adueña del futuro para que el presente no cambie, o mejor, para que los cambios se produzcan bajo el mismo esquema de dominación. (Nota de Roberto Chacón)
Nacido en Berlín en
1898, Herbert Marcuse había cumplido 81 años el día 19 de este mismo mes.
Soldado a los dieciséis años en la primera guerra mundial, cursó estudios de
Germanística, Economía y Filosofía en las Universidades de Berlín y Friburgo,
donde fue discípulo de Husserl y Heidegger. Sin embargo, la influencia de
Hegel, Marx y Lukacs se advierte en su primera formación, mientras que su
práctica política le convirtió en militante del Partido Socialdemócrata
alemán.Su primera obra es de 1922, y se trata de un estudio filosófico y
literario en el que rastrea los fundamentos de la narrativa alemana desde sus
orígenes hasta Thomas Mann: La novela artística alemana. Aunque
escrita según la metodología fenomenológica, se advierte en esta obra la huella
de la Teoría de la novela, del filósofo marxista húngaro
Gyorgy Lukacs.
Como miembro de la
socialdemocracia alemana, fue redactor filosófico de la revista teórica Gessellschaft, pero su radicalización política le
llevó a abandonar el partido a raíz de los asesinatos de Rosa Luxemburgo y Karl
Liebknecht. Bajo la dirección de Heidegger publicó en 1932 su primera obra
filosófica de importancia: La ontología de Hegel y los
fundamentos de una teoría de la historicidad.
Al mismo tiempo,
trabajó en el Instituto de Investigación Social, que, bajo la dirección de Mark
Horkheimer nucleó a lo que se ha llamado la Escuela de Francfort, de
revisión crítica del marxismo, entre cuyos participantes se encontraban Theodor
W. Adorno, Erich Fromm y Walter Benjamin.
Las obras de
Marcuse de este período estudian los entonces recientemente descubiertos
manuscritos juveniles de Marx sobre economía y filosofía, y constituyen un
intento de aunar fenomenología y marxismo y resultan al mismo tiempo un
precedente de los proyectos posteriores de relacionar existencialismo y
marxismo al mismo tiempo: Contribución a la fenomenología
del materialismo histórico, Sobre el problema de la dialéctica, Nuevas fuentes
sobre las fundamentos del materialismo histórico y Bases filosóficas del
concepto del trabajo.
Con la llegada del
nazismo, Herbert Marcuse, de raza judía, huyó de Alemania, y tras un breve paso
por Francia y Suiza se estableció en Estados Unidos, donde trabajó
sucesivamente en las universidades de Columbia, Harvard y finalmente en
Berkeley (California), donde ejerció su magisterio durante los últimos
decenios, adquiriendo finalmente la nacionalidad norteamericana. En 1941, con
su obra Razón y revolución (Hegel) y el nacimiento de la
teoría social) abandona su pasado existencial y fenomenológico para retomar las
teorías marxistas desde sus orígenes. Su marxismo, revisionista y profundamente
crítico, le llevó a un profundo ataque a la realidad soviética en El marxismo soviético, donde critica la
institucionalización dogmática y didáctica y la visión pragmática y objetivista
de Engels y Lenin en su realización de la revolución soviética, que para
Marcuse traiciona el marxismo.
La sociedad
industrial de consumo
La última etapa de
su carrera se centra en el estudio de la sociedad industrial de consumo, y en
ella se advierte una gran influencia de la psicología, sobre todo a partir de
las doctrinas de Freud y Wilhelm Reich. Tras los intentos de relacionar el
marxismo con la fenomenología y el existencialismo, en esta etapa Marcuse
aplica sus teorías marxistas liberadoras con las conquistas de la psiquiatría y
el psicoanálisis. En 1955, Eros y civilización es
una profunda crítica de las tesis de Freud en el sentido de que la represión de
las pulsiones es la condición de la civilización. La llamada de Marcuse en pro
de una civilización no represora tuvo un gran eco en los movimientos juvenilles
de contestación de la década de los sesenta, sobre todo en Estados Unidos y
otros países occidentales. Frente al fatalismo de Freud y el malestar de la
cultura, Marcuse analiza la represión suavizadora de la sociedad de consumo,
que crea y satisface deseos y necesidades ilusorios.
Con la publicación,
en 1964, de El hombre unidimensional, Marcuse
se convierte en el filósofo de la contracultura, en el líder ideológico de la
rebelión estudiantil en Occidente. Su crítica de la alienación en la sociedad
posindustrial desarrollada es radical: la supresión de las contradicciones
mediante La tolerancia permisiva -título de otra de sus
obras, de 1967- crea la más fabulosa manipulación que el hombre haya conocido
jamás. La alienación traspasa las simples barreras económicas para convertirse
en total. La ciencia deviene en tecnología para usos industriales, la lógica
científica en lógica simbólica. La ciencia y la técnica son instrumentos de
dominación, y el consumo, como única dimensión liberadora que le queda al ser
humano, no es más que otra forma de alienación. La nueva clase obrera se
integra en el sistema capitalista y el comunismo occidental deriva hacia la
socialdemocracia. Otros grupos sociales, como los estudiantes y los marginados
sociales y raciales, son el germen de la revolución.
Sus últimas
obras: Ensayo sobre la liberación, El final de la utopía (1968) y Contrarrevolución y rebelión (1972), insisten en esta línea, que gozó de gran
predicamento entre la juventud, sobre todo estudiantil, y que culminó con los
sucesos de 1968 en diversos países
occidentales. Pero posteriormente, frente a la extinción de la rebelión
estudiantil, Marcuse ha alegado que algo ha quedado ahí, que lo que es no tiene por qué ser siempre así, pretendiendo seguir en busca de la
liberación, considerando la filosofía como un arma para transformar el mundo.
Su último libro, del año pasado, La dimensión estética. Para una
crítica de la estética marxista, señala que el marxismo
«ortodoxo» -no el de Marx- mantiene una concepción falsa del arte, porque
impide a éste su función de abrir horizontes de cambio mediante la creación de
formas nuevas.
Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 31
de julio de 1979
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