lunes, 1 de julio de 2019

Mesías, de ningún modo - Edgar Morin



RESUMEN

Durante los últimos años han aparecido algunas críticas al pensamiento complejo de Edgar Morin en las cuales se atribuyen a este autor pretensiones que nunca tuvo y planteamientos teóricos que jamás defendió. El presente texto, en el que el mismo Morin explica y clarifica tanto su idea de método como su noción de complejidad, nos permite obtener una comprensión más cabal de su método de la complejidad y de su propuesta de un pensamiento complejo. De ese modo, el texto contribuye a desmontar las críticas referidas y pone de manifiesto cómo estas están basadas en malentendidos, incomprensiones y tergiversaciones de las propuestas epistemológicas formuladas por Morin.


1. Introducción

El coloquio que, en junio de 1986, se celebró en Cerisy sobre mis propuestas metodológicas y epistemológicas (1) me ayudó a captar mejor la unidad de las dos grandes etapas de mi trabajo como investigador: mi tentativa posterior a 1975 de formular un “método” o una “epistemología” ha sido un esfuerzo por enunciar en el plano de los conceptos y de la conciencia reflexiva eso que buscaba y utilizaba de manera espontánea en todo lo que escribí antes de 1975, Autocrítica, El hombre y la muerte, El espíritu del tiempo y La metamorfosis de Plezévet (obra, esta última, que puede ser el estudio más singular que haya hecho, el más hic et nunc). Todo lo que escribí antes de El método portaba de modo inconsciente y embrionario la problemática que en lo sucesivo intenté trabajar, formular de manera consciente y articulada. Dicho de otra forma, mi obra apelaba de algún modo a lo que llamo método, el cual me reenvía a mis obras anteriores y las clarifica (2).

Por otra parte, si se ha observado bien la diversidad de mis intereses y preocupaciones, creo que es necesario a la vez no separar demasiado ni tampoco unificar en exceso. Tomemos, por ejemplo, el problema político. Bien entendido, hay una conexión entre mi interés político y mis otros intereses. Toda mi preocupación política está marcada por el problema de la complejidad: la dificultad de responder a dos exigencias antagónicas, los cambios en los asuntos urgentes, la deriva del sentido de nuestras acciones, el problema de la apuesta en la incertidumbre. De ningún modo deduzco una ética o una política de un conocimiento; y, en este sentido, soy absolutamente clásico. Pero, dicho esto, es verdad que percibo una profunda relación entre conocimiento, política y ética. Así, veo una profunda relación entre la problemática de la ecología de la acción (de la incertidumbre de la acción) y la de la apuesta, con mi idea de la edad de hierro planetaria (que me vino cuando escribí Autocrítica en 1958), así como con mi idea de prehistoria del espíritu humano (que, durante el transcurso de los últimos años, me resulta cada vez más evidente). En efecto, a la inversa de quienes creían que habíamos llegado a los últimos momentos del conocimiento científico, de la elucidación del hombre y del pensamiento filosófico, estoy persuadido de que, por el contrario, estamos en una época de recomienzo que no termina aún de nacer, en un periodo agónico.

Nos encontramos, no en los momentos supremos, sino en la prehistoria del espíritu humano. Así pues, y esto es capital para mí, hay una relación fundamental entre “la edad de hierro planetaria” (es decir, los problemas que tiene la humanidad hoy), la prehistoria del espíritu humano (es decir, la necesidad de desarrollar nuestra inteligencia y nuestras competencias) y el problema de eso que yo llamo método.

Gazeta de Antropología, 2012, 28

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