jueves, 25 de julio de 2019

Richard Sennett: "El capitalismo se ha hecho hostil a la vida" - Justo Barranco - descargar libro

El sociólogo estadounidense habla de su última obra, 'El artesano', basado en una conversación con su profesora Hannah Arendt

El capitalismo financiero ha cambiado el mundo. Y no para mejor, opina el sociólogo Richard Sennett. La aversión al largo plazo de este capitalismo ha sido uno de los factores que han originado la crisis actual y que ha cambiado radicalmente nuestras vidas en las últimas décadas. Sennett estuvo el lunes en Barcelona, España, presentando su último libro, El artesano (Anagrama), que parte de una vieja conversación con su profesora Hannah Arendt, la autora de La condición humana, en la que ella separaba la producción física, en la que seríamos poco más que bestias de carga, de la creación mental. Para Arendt, la mente entra en funcionamiento una vez terminado el trabajo. Para Sennett, en el proceso de producción del artesano –todo aquel que desea realizar una tarea bien hecha, y que incluye no sólo la producción manual, sino también a programadores, médicos, artistas o padres– están integrados el pensar y el sentir. La mano y la cabeza no están separadas, aunque nuestra sociedad sólo valore una. 

¿Por qué la relación entre la mano y la cabeza es básica? 

Nuestra potencia mental se desarrolló a través de las manos, de la manipulación de cosas. Hoy pensamos en las actividades materiales como cosas estúpidas, percibimos nuestros cerebros como una maquinaria autosuficiente. Es erróneo. Hay un proceso abierto entre mejorar las capacidades físicas y el pensamiento, una relación estrecha entre la mano, la cabeza y el corazón. Pensamos un diseño y creemos que esa imagen mental puede proyectarse al mundo. Una política malísima: no aprendemos de la práctica. 

Parece aquella vieja división filosófica entre alma y cuerpo. 

No es sólol a filosofía, la política también. El capitalismo ha alentado esta división. En las últimas décadas los bancos han negociado con abstracciones, teorizan sobre los valores y pierden el contacto con lo que es una fábrica, una tienda. Muchos compran y venden empresas que no entienden. Ni lo necesitan, porque compran su valor monetizado. Y no hay posibilidad, artesanía, de hacer que la empresa sea buena o mala, no hay conocimiento. Compran una empresa de colchones y la venden a otra pero con más deuda, esta hace lo mismo. La empresa cada vez tiene menos capital y tiende a la quiebra. Le pregunté a uno de los compradores: ¿Has visto cómo se fabrica un colchón? Me dijo que para qué, si sólo iba a ser propietario tres meses. Así se desarrolla ahora la economía capitalista, se desprecia la praxis, las manos en la masa, no saben qué hacer porque de hecho nunca han gestionado nada. 

¿Es la explotación actual? 

Sí, la dominación de las finanzas sobre la economía real. Las finanzas son una operativa abstracta. Siempre pensamos que el capitalismo es hostil a la artesanía porque discapacita al artista, pero es más sofisticado: no está implicado en la práctica. Teoriza. Por ejemplo, con la deuda. Es una de las razones de la crisis actual. 

¿Y las otras?

Otra es la forma del tiempo en el capitalismo hoy: todo es a corto plazo. La economía global se reorienta al comercio del precio de las acciones más que a sus beneficios finales. La noción de gestionar una empresa para tener beneficios a largo plazo ha desaparecido. Puedes ganar dinero con empresas que están perdiendo. De manera que cuando llegas a una economía como esta no tienes ningún interés en lograr que la economía real funcione.


¿Qué piensa el autor de La corrosión del carácter de la alarma por la alta tasa de suicidios en empresas como Renault o France Télécom? 

En mi equipo estamos estudiando el desempleo a largo plazo en Wall Street y encontrando cosas muy similares. Alcohólicos y suicidios no sólo entre los que pierden el trabajo sino entre los que se quedan, que están tan estresados porque para conservar el puesto de trabajo tienen que hacer cada vez más. El capitalismo en los últimos veinte años se ha hecho completamente hostil a la construcción de la vida. En el antiguo capitalismo corporativo de mediados del siglo XX podías sufrir injusticias pero construirte la vida. En los últimos 20 años se ha convertido en algo inhumano y la izquierda tan contenta de ser hombres prácticos que pueden hablar con los banqueros. De hecho, el primer movimiento en la crisis ha sido ayudar a los bancos. En Inglaterra se compraron cuatro y aun así se decidió no interferir en lo que hicieran. 

¿Cuál es su alternativa?

No podemos volver al antiguo capitalismo. La izquierda debe reflexionar sobre cómo hacer crecer empresas que realmente permanezcan. Empresas de tamaño pequeño como las del norte de Italia y sur de Alemania, con trabajos muy especializados. No fabrican en masa y trabajan más a largo plazo, desde la formación de los trabajadores a sus relaciones de exportación. Un trabajo artesanal, que puede ser muy avanzado, como pantallas de enorme definición para operaciones quirúrgicas. 

El artesano es el inicio de una trilogía de despedida. 

Quería unir las preocupaciones básicas de mi obra, la relación entre lo material y lo social, lo concreto y lo abstracto. Luego me dedicaré al violoncelo, he recuperado la posibilidad de tocarlo, pero sólo me quedan diez años en la mano. Por cierto: todos los músicos son artesanos, saben que no existe una idea musical sin base física. El segundo libro estará dedicado a la relación entre lo material y lo social: la confianza, el respeto, la cooperación, la autoridad, la artesanía de las relaciones sociales. Y el tercero, a nuestra relación con el medio ambiente. 

Usted rechaza lo que implica la idea de sostenibilidad. 

Porque no somos propietarios de la naturaleza. Sostenibilidad significa mantener las cosas como están. Es una metáfora errónea. Podemos funcionar con mucho menos. Menos tráfico, menos carbono. Distintos tipos de edificio. Debemos cambiar la noción de la modernidad de que el ser humano siempre dominaría la naturaleza. Produce autodestrucción. Copenhague ha sido terrible, especialmente los chinos, que cinco días antes decían verde verde, y luego que no, que no quieren que nadie interfiera con ellos ni conozcan su tecnología. Aterrador. Y los europeos, fuera de juego.

*Especial para La Vanguardia y Clarín.



El sociólogo e historiador Richard Sennett inicia con ‘El artesano’ una trilogía sobre la cultura material, la habilidad de hacer las cosas bien

FABRICIO CAIVANO

El dinero non olet, es una abstracción limpia. Su lógica ha traído tanto la luminosidad de la belleza como el negro humo del horror. En cambio el trabajo huele mal, suda y abomina de su explotación. Ambos, capital y trabajo, se han visto a obligados a cohabitar bajo el techo conyugal del tajo, el taller y la banca. Pero se acabó el juego. Hoy el talento vuelve a la mano, y esta tiene grabado en su palma una trama de líneas laberínticas como la trama neuronal del cerebro. Cabeza y mano de nuevo se buscan con deseo.

Richard Sennett (Chicago, 1943) ha observado con luminosa sensatez las mutaciones que las reglas de la economía mercantil han inducido en las conductas humanas más íntimas y en su propio relato, la moral social. En El artesano aborda calmosamente una de las cuestiones más prometedoras y también más preteridas del marxismo: la escisión entre trabajo manual e intelectual; y su posterior castración conceptual tanto en la hagiografía del comunismo como en los discursos científicos de la división del trabajo bajo el capitalismo. Como buen músico, Sennet se las ve con un asunto esencial: el tiempo, y su correlato, el dinero. 

Cuando la cultura material es objeto lúcido de reflexión, el ladrillo, el taller y en general el «conocimiento tácito», el saber hacer, recupera la dignidad de su historia y acrece la expectativa de su retorno como factor de hermandad y de inteligencia social. El artesano es una documentada y entretenidísima indagación en uno de los deseos humanos más primordiales: hacer las cosas bien. El niño es el padre del hombre y la escuela su paritorio. El autor anuncia dos libros más: el análisis de los rituales que gestionan el «fervor y la agresión» y el inventario de las habilidades necesarias para crear y habitar entornos sostenibles. Desear ya no basta, es hora de aprender a hacer. La información y el conocimiento de nada valen sin el artesano, el que sabe hacer.

- El saber implícito duerme en la mano: talento, calidad y bienestar.

-Vuelven las manos al ritmo del latido del cerebro, y viceversa. 

Cabe destacar el concepto mismo de actividad artesanal, que abarca, como se ejemplifica a lo largo del libro, tanto los antiguos oficios de alfarero o soplador de vidrios como el del lutier o el intérprete musical, el cocinero, el del equipo de Linux, impulsor de Wikipedia, o la habilidad de los padres para educar a sus hijos. Así, la artesanía comprende la «cultura material» y el «conocimiento tácito» como bienes de «capital social»: conocimiento y habilidades que se acumulan y se transmiten a través de la interacción social, auténtico saber corporal del que no se tiene realmente conciencia. Por último, la motivación básica del artesano de lograr un trabajo bien hecho por la simple satisfacción de conseguirlo completa esta concepción humanista propia de todos los libros del autor.

«La mejor exposición de la razón por la que el trabajo puede ser algo bueno en sí mismo y no sólo un medio de vida» (Allister Heath, Literary Review)
El artesano, su tema es el vínculo ético entre el individuo y el trabajo; o, para ser precisos, entre individuo y oficio, un vínculo más estrecho y complejo. Oficio: destreza técnica dentro de una tradición; aptitud y fidelidad; el genio individual sometido a leyes antiguas, no verbales, evolutivas. Pura artesania.

Piensa en el concepto pre-capitalista de oficio. Su ideal es el artesano omnisciente, dueño de todos los resortes de su producto. Está pensando en el telar y la alfarería. En la forja, el minifundio, la apicultura ecológica. Cosas así. Incluso cuando piensa en el científico, ve a cada uno como un depósito salvífico de los de su especie, el arca del conocimiento. A Sennett no le gusta que estas élites tan reconcentradas dependan del popularcho. Siente pavor a que su conocimiento se desparrame, en sentido evangélico, ya saben, aquello de que quien no siembra, desparrama. ¿O era, más bien, "quien no recoge, desparrama"? 

Aquí está la clave, en el orgullo. Cree que la nuestra es una sociedad de productos basura, en la que las ensaladas ya no saben a ensaladas, como antes, el café es puro aguachirle, la ciencia es sólo ciencia aplicada al I+D y hasta La Creación de Haydn suena a pachanga. Y todo, ¿por qué? Porque se ha perdido el orgullo por lo bien hecho. 

Para Sennett las claves son: orgullo, bondad, tradición, oficio.
El pragmatismo carece de una buena solución para el problema ético que plantea el orgullo del trabajo propio, pero dispone de un correctivo parcial, que consiste en llamar la atención sobre la conexión entre medios y fines. La intención del pragmatismo es enfatizar el valor de la indagación ética durante el proceso de trabajo, en oposición a la ética "ex post facto", investigación que comienza tras la consumación de los hechos.

EL ARTESANO
Richard Sennett. Traducción: M. A. Galmarini. Anagrama. 408 págs. 20 €


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