El sociólogo
polaco-británico Zygmunt Bauman publicó recientemente su último libro
titulado. Para qué sirve realmente un sociólogo? Bauman,
actualmente catedrático emérito en la Universidad de Leeds, está considerado
uno de los principales representantes del pensamiento crítico y postmoderno.
Inició sus estudios
en Ciencias Sociales en la Społeczna Akademia Nauk −la
academia del área en la capital polaca−y de filosofía en la Universidad de
Varsovia, se convirtió en profesor de dicha Universidad, impartiendo clases de
filosofía y sociología, al tiempo que se convertía en uno de los principales
editores de la revista polaca Estudios sociológicos. En el contexto
de las persecuciones antisemitas fomentadas por el gobierno comunista tras los
acontecimientos de marzo de 1968, fue expulsado de la Universidad de Varsovia,
lo que le obligó a exiliarse a Israel y posteriormente al Reino Unido, siendo
sucesivamente profesor en las Universidades de Tel Aviv, London School of
Economics y Leeds.
En su visión de la
sociología −más reflexiva que descriptiva−ésta es concebida como un instrumento
de emancipación, en oposición a los “sociólogos del poder”. Bajo la influencia
de Georg Simmel, analiza inicialmente la ambivalencia del ser humano, lo que lo
lleva, entre 1987 y 1991, a publicar una trilogía (Bauman, 2007a; 2009) donde realiza una
crítica de la modernidad en la cual subraya la propensión de los individuos a
privilegiar la seguridad en detrimento de la libertad (Bauman, 1992), confiando al
Estado los instrumentos de organización y regulación de la vida social.
A partir de los
años noventa del pasado siglo, Bauman estudia las sociedades contemporáneas que
denomina postmodernas y posteriormente líquidas (Bauman, 2007b; Tabet, 2013) caracterizadas
por el consumo, la privatización, la desregulación y la libertad individual. En
oposición a las sociedades sólidas, las sociedades líquidas se distinguen por
la prevalencia del individuo consumidor (Bauman, 2008) cuyos estatus e
identidades (Bauman, 2005a) son frágiles y
fluctuantes en función de las exigencias de flexibilidad del entorno. El amor
es buena prueba de ello (Bauman, 2005b).
Gracias al
reconocimiento internacional adquirido, Bauman es galardonado con el European
Amalfi Prize for Sociology and Social Science en 1992, el Theodor
Adorno Award en 1998 y, junto con Alain Touraine, el Premio Príncipe
de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2010.
¿Para qué sirve
realmente un sociólogo? es fruto de cuatro conversaciones mantenidas
por Zygmunt Bauman con Michael Hviid Jacobsen y Keith Tester entre enero de
2012 y marzo de 2013. Combinan “grabaciones de encuentros personales entre los
tres, cartas y fragmentos de un par de textos que Bauman ha publicado en medios
menos accesibles. El material ha sido agrupado en líneas temáticas para
establecer continuidades, resonancias y, en algunas ocasiones, para dejar
deliberadamente algunos cabos sueltos” (Bauman, 2014: 9). Como lo
subrayan Hviid Jacobsen y Tester, el libro tiene por objetivo animar a los
sociólogos a identificarse como sujetos activos de una manera de abordar el
mundo, en vez de asumirse como técnicos carentes de valores de una supuesta
ciencia (Bauman, 2014: 9). En ese
sentido, se busca que sea “usado por sociólogos actuales y futuros para
fomentar nuevas reflexiones sobre lo que hacemos [los sociólogos], por qué,
cómo y para quién” (Bauman, 2014: 9-10). De hecho,
el libro se divide en cuatro capítulos que intentan responder a titánicas
preguntas: ¿Qué es la sociología? ¿Por qué ser sociólogo? ¿Cómo hacer
sociología? ¿Qué puede conseguir la sociología?
En la introducción,
Hviid Jacobsen y Tester ponen de manifiesto que la sociología corre el riesgo
de caer en la irrelevancia (Bauman, 2014: 15), ya que
existe la tentación de establecer una frontera infranqueable entre la
sociología y el mundo social procediendo a una fetichización de la metodología
e incidiendo sobre la neutralidad y el uso de una lenguaje abstracto,
especializado y “esotérico”, elaborado para no comunicarse con los no iniciados
(Bauman, 2014: 14). De esta
manera, “la sociología se ha convertido en una suerte de brujería científica
que ha cobrado vida propia aislada y separada de la vida de los seres humanos a
los que pretende describir, investigar y analizar” (Bauman, 2014: 14).
La consecuencia de
todo ello es que la sociología ha caído en la tentación de la introspección, en
la banalidad de los presuntos descubrimientos y en una ideología que se oculta
detrás de la terminología científica. Ante ese riesgo de caer en la
irrelevancia, la solución consiste en ofrecer narraciones que conecten la época
con la experiencia (Bauman, 2014: 18). De hecho,
“la sociología tiene éxito cuando recurren a ella hombres y mujeres como una
herramienta mediante la cual y con la cual pueden conectar sus vidas con los
tiempos que viven, y pueden darse cuenta de que transformar lo primero
significa actuar sobre lo segundo” (Bauman, 2014: 18-19).
En el primer
capítulo, Bauman intenta caracterizar la sociología. Considera que la
disciplina está profundamente imbricada en la política por el hecho de
“proporcionar una fuente distinta de legitimación de la autoridad, alternativa
a la de la política institucional” (Bauman, 2014: 28). De la misma
forma, la vocación sociológica supone, según sus propios términos, “atravesar
el telón de los prejuicios para iniciar una labor continua de reinterpretación”
y “sacar a la luz nuevas potencialidades humanas hasta ahora ocultas” (Bauman, 2014: 32). Otro aspecto
relevante de su visión de la sociología es que no se esfuerza en “reconciliar
lo irreconciliable o separar lo inseparable” (Bauman, 2014: 49) al considerar
que la ambivalencia y la complejidad son inseparables de la condición humana y
que los procesos sociales deben ser analizados con sus dialécticas y dinámicas.
Asimismo, Bauman define
la sociología como una actividad crítica “(…) en la medida en que lleva a cabo
una continua deconstrucción derridiana de la percepción de la realidad social”
(Bauman, 2014: 41). De hecho, la
actividad sociológica consiste en socavar las creencias y representaciones
basadas en la supuesta necesidad o naturalidad de las cosas, acciones y
tendencias. “Revela a su vez las contingencias que hay detrás de las propias
normas y reglas, y las alternativas ocultas detrás de la supuesta única opción”
(Bauman, 2014: 44).
A su vez, rechaza
la distinción de la sociología y de la literatura al considerar que “los
ámbitos de la ciencia y de la ficción se encuentran y se enfrentan mutuamente
en el mismo terreno: la experiencia humana” (Bauman, 2014: 35). En ese
sentido, estima que la literatura y la sociología son hermanas, sabiendo que
mantienen una relación de rivalidad y apoyo mutuo. “Comparten parentesco,
tienen un innegable aire de familia, sirven una como referencia de la otra, y
son varas de medir los éxitos y los fracasos de cada una de ellas” (Bauman, 2014: 33). Según
Bauman, la mejor manera de acceder y comprender la verdad de la vida real
consiste en leer a los clásicos como Kafka, Borges o Kundera. En ese sentido,
Bauman hace gala de una amplia cultura literaria y no duda en referirse a
novelas y a sus autores a lo largo de la obra. Esa reflexión en torno al
vínculo que mantienen sociología y literatura lo aproximan a las tesis
defendidas por Ivan Jablonka (2014) en su
libro L’histoire est une littérature contemporaine. Manifeste pour les
sciences sociales.
Bauman es
igualmente partidario de la utilización de un lenguaje asequible que permita
comunicar e intercambiar con los no sociólogos: “Si uno desea cooperar con sus
lectores en la búsqueda de la verdad de su propia manera de ser en este mundo
(…), entonces uno debe dirigirse a ellos y hacerlo en el mismo lenguaje que
ellos utilizan para verbalizar su experiencia y centrarse en problemas que sean
relevantes y conocidos para esa experiencia” (Bauman, 2014: 34). Esa
accesibilidad no es en absoluto incompatible con la conceptualización de la que
hace gala Bauman.
En el segundo
capítulo −en donde se pregunta ¿por qué ser sociólogo?−Bauman expresa su deseo
de que la sociología vuelva a convertirse en una “referencia de coraje,
coherencia y lealtad hacia los valores del hombre” (Bauman, 2014: 53). Fiel a su
humanismo, se muestra crítico hacia cierta sociología académica que “ha
desarrollado una capacidad de autorreproducción que la hace inmune al criterio
de la relevancia” (Bauman, 2014: 54). Esa
autorreferencialidad, que resulta en parte de la institucionalización de la
disciplina y de la inercia que conlleva, se traduce en un alejamiento de las
preocupaciones y experiencias de las personas. “A medida que los postulados
teóricamente impecables eran refutados uno a uno por los acontecimientos, los
círculos intelectuales se hicieron cada vez más celosos (…) en cuanto a sus
intereses autorreferenciales y sus investigaciones” (Bauman, 2014: 60-61).
La única forma de
salir de esta situación consiste, según Bauman, en poner de manifiesto la
compleja red de relaciones causales que unen las dificultades individuales con
las condiciones producidas colectivamente (Bauman, 2014: 66). En otros
términos, “la valoración crítica de las prenociones tácitas o explicitas debe
llevarse a cabo junto con un esfuerzo para hacer visibles y audibles estos
aspectos de la experiencia que normalmente quedan ocultos en el individuo o que
permanecen más allá en la conciencia individual” (Bauman, 2014: 66). En ese
sentido, Bauman practica una “hermenéutica sociológica” que consiste en
interpretar las decisiones humanas como las manifestaciones de unas estrategias
elaboradas para responder a los desafíos del marco social en el que se
encuentran (Bauman, 2014: 67).
Este marco social
se corresponde con la modernidad líquida (Bauman, 1999) que designa un
debilitamiento progresivo −e incluso una ruptura de los lazos humanos−, así
como el estatus cada vez más transitorio de las estructuras (Bauman, 2014: 72). De manera
más amplia, dicha modernidad se manifiesta en la “tendencia a la fragmentación,
la división, la desregulación, la individualización, la privatización y la
personalización” que “afecta a casi cada área de las relaciones humanas” (Bauman, 2014: 73).
En el tercer
capítulo −consagrado a ¿cómo hacer sociología?−, Bauman critica la “mentalidad
empresarial y tecnológica” (Bauman, 2014: 93) que
caracteriza a la disciplina. Así, considera que la sociología se enfrenta a un
estimulante reto que consiste en convertirse en “una ciencia y una tecnología
de la libertad” (Bauman, 2014: 94) dirigiéndose
a los actores del teatro de la vida en lugar de estar dirigida a sus
guionistas, directores, productores y realizadores. “Una sociología movida por
la voluntad de participar en la interpretación continua de sus experiencias y
en las estrategias que elaboran y aplican; una sociología que busca ampliar el
espectro de decisión de estos actores y ayudarlos a tomar decisiones” (Bauman, 2014: 100).
En ese sentido, la
calidad de un estudio sociológico se mide por su capacidad de mejorar la
comprensión entre investigadores y actores, y por la relevancia que tienen sus
resultados para los intereses y cometidos de los “objetos” de investigación (Bauman, 2014: 119). Esto supone
que, además de ser objetos de estudio, las personas se conviertan en parte del
mismo, fruto del diálogo desarrollado, y que las conclusiones extraídas
respondan a sus necesidades y dilemas (Bauman, 2014: 119). Esto exige,
según Bauman, a llevar a cabo una profunda reforma de la sociología que
conduzca a un cambio del estatus y el papel de la disciplina; un cambio que es
aún más necesario en el presente, momento concebido como período de interregno:
“un estadio en el que los viejos modos de hacer las cosas ya no valen y los
viejos modos de vida aprendidos y heredados ya no sirven”; en el que “los
nuevos modos de afrontar los retos y los nuevos modos de vida que se adecuan
más a las nuevas circunstancias no se han inventado todavía, ni se han impuesto
ni consolidado” (Bauman, 2014: 108). En ese
sentido, “no tenemos una imagen clara del destino hacia el que parecemos
avanzar” (Bauman, 2014: 108). Pero no
todo es sinónimo de cambio y de incertidumbre dado que las modernidades sólidas
y líquidas coexisten y mantienen una relación dialéctica (Bauman, 2014: 110).
En definitiva,
Bauman considera que “la sociología debe ser juzgada por su relevancia en la
experiencia y en la lucha de los humanos por resolver sus problemas vitales, y
no por la lealtad que muestra con la metodología” (Bauman, 2014: 127). Para que
eso sea posible, es imprescindible que la sociología se dirija a “la gente
ordinaria de la calle” y no a los “ilustres colegas” (Bauman, 2014: 2014). Es notable
que cierta investigación sociológica actual no se dirija precisamente hacia
allí, sino que, por el contrario, intenta distanciar a los sociólogos de los actores
a través −entre otras vías−de la financiación de la investigación. Se trata de
“la búsqueda de fondos para la investigación como un efecto colateral del
intento desesperado de los sociólogos, formados e integrados en el marco
académico, por crear medios artificiales para mantener las distancias con el
sentido común (…) y reivindicar la superioridad del conocimiento que ellos
mismos generan y aprueban” (Bauman, 2014: 134).
¿Para qué sirve
realmente un sociólogo? provoca que el lector se sumerja en el
encanto de la originalidad, la perspicacia y la actualidad de las reflexiones
desarrolladas por uno de los mejores sociólogos de nuestra época. Además de
poner de manifiesto algunas de las carencias de la sociología académica (la
fetichización de la metodología, la obsesión por los datos, la escasa
creatividad, la especialización excesiva, la autorreferencialidad, la
irrelevancia social, etcétera), Bauman práctica la interdisciplinariedad y no
duda en beber de diversas fuentes, haciendo gala de una amplia cultura general
y especialmente de un profundo conocimiento de la literatura universal. No en
vano, presumiblemente en razón del género (diálogo) y de la modalidad de
elaboración del libro, el lector experimenta cierta sensación de dispersión y
de escasa sistematización. En cualquier caso, la lectura de esta obra se antoja
ineludible para cualquier persona deseosa de llevar a cabo una reflexión lúcida
sobre el papel y la utilidad de la sociología en el presente.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Zygmunt Bauman.
Libertad, Alianza, (1992),
Zygmunt Bauman.
Modernidad líquida, Fondo de Cultura
Económica, (1999),
Zygmunt Bauman.
Identidad, Losada, (2005),
Zygmunt Bauman.
Amor líquido:
acerca de la fragilidad de los vínculos humanos, Fondo de Cultura Económica, (2005),
Zygmunt Bauman.
La décadence des
intellectuels. Des législateurs aux interpretes, Actes Sud, (2007),
Zygmunt Bauman.
Le présent liquide, Seuil, (2007),
Zygmunt Bauman.
S’acheter une vie, Actes Sud, (2008),
Zygmunt Bauman.
Modernité et Holocauste, Complexité, (2009),
Zygmunt Bauman.
Para qué sirve realmente un
sociólogo?, Paidós, (2014),
Ivan Jablonka.
L’histoire est une littérature contemporaine. Manifeste pour les. sciences sociales, Seuil,
(2014),
Simon Tabet.
Zygmunt Bauman et la société liquide.
Sciences Humaines, (2013), pp. 50-55
Profesor de Sociología en la Universidad del País
Vasco (Bizkaia) e investigador asociado en el Social and Business Research
Laboratory, centro de investigación de la Universidad Rovira i
Virgili. Licenciado y doctor en Sociología por la Universidad Victor Segalen
Buerdos 2 y licenciado en Historia con especialidad en Geografía por la
Universidad de Pau y de los Países del Adour. Es autor de 29 libros, entre los
que destacan: Las políticas públicas en cuestión (2010); Perceptions sociales de la science et de la technologie en Pays
Basque (2010); El nuevo entorno de la
innovación (2011); así como de más de 170 artículos
universitarios. Es director de la colección en la editorial de París Mare et
Martin y ha sido profesor invitado en varias universidades europeas (Burdeos,
Lovaina, Coímbra, París, Rennes).
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