martes, 2 de julio de 2019

Antropología del cuerpo y modernidad de David Le Breton. - Ana Karla Romeu - descargar libro


1543 es el año en el que, para el antropólogo francés David Le Breton, surgió la visión separatista entre hombre y cuerpo en la cultura occidental. Las primeras disecciones de anatomistas como Vesalio dieron origen al “dualismo contemporáneo” que comenzó a vislumbrar al cuerpo como una posesión arbitraria del hombre completamente despagada del ser. La dualidad que ha prevalecido como símbolo, representación y existencia del cuerpo en la cotidianeidad humana.
Antroplogía del cuerpo y modernidad da cuenta, desde un estudio antropológico y sociológico, de esa escisión originada por la ciencia renacentista que desapegó al cuerpo “orgánico” del ser y lo convirtió en un objeto de estudio divisible, diseminado y desarticulado. Visión que se profundizó con la filosofía cartesiana que colocó al cuerpo como un instrumento del pensamiento y a las pasiones humanas como un efecto de la maquinaria de ese cuerpo transgredido por ciertos “espíritus animales”. Para Le Bretón este movimiento, que buscó reducir el conjunto de los movimientos del hombre o “las turbulencias de la condición humana a un conjunto de leyes objetivas con recurrencias previsibles, toma fuerza en el siglo XVII y nunca, en adelante, deja de ejercer su influencia”. Ante esto, la naturaleza se convirtió en un signo, un espacio en el que sólo se suscribe la existencia del hombre como algo alejado, negado de sí mismo. La naturaleza contemporánea es delimitada por la ciencia, construida por las urbes, reducida por las masas; es un sistema que conserva una pureza siempre susceptible a la tecnología.

El hombre de la modernidad fue reducido en espacio y tiempo. Confinado a vivir en condiciones de hacinamiento, predestinado a roles laborales inapelables, inmerso en la rutina y en la prisa no puede más que concebir a su propio cuerpo como un límite que le impide la realización de los objetivos y las necesidades que se plantea mentalmente. El cuerpo es, para el hombre contemporáneo, un obstáculo del pensamiento. “La lucha por la supervivencia que se renueva cada día implica, en primer término una lucha contra el propio cuerpo. Más que la dualidad, experiencia finalmente familiar, la conciencia del hombre en una situación carcelaria o de campo de concentración llega, a  veces, a un verdadero dualismo”, explica Le Breton.
Así, cada individuo proyecta sobre su cuerpo un saber compuesto, describe, semejante a un traje de Arlequín: “un saber hecho de zonas sombrías, imprecisiones, de confusiones”. Cada hombre construye una visión personal del cuerpo que arma y desarma sin preocuparse por las contradicciones implícitas que les ofrece el mundo y que toman arbitrariamente: medicina tradicional, medicina alópata, yoga, budismo, psicoanálisis. Elementos todos, siempre disponibles para cualquier corrupción que se deslice con fluidez ante los gestos socialmente admitidos.
El cuerpo contemporáneo se erige también como un espacio de doble resistencia, en el que por un lado se hace oposición al vértigo que producen la intemperie y el contacto con el otro, y por otro lado la resistencia casi “esquizofrénica” contra sí mismo que lo obliga, como explica el antropólogo francés, a ser “una parte maldita de la condición humana” que debe ser remodelada, reciclada e inmaterializada por la técnica y la ciencia para librar a la humanidad de su “molesto” arraigo carnal. Arraigo que comienza a desdeñarse con la llegada del siglo XXI, incluso, en la maternidad, que hoy ha sido tomada bajo el control médico y social.
La versión moderna del dualismo opone el hombre al cuerpo y no, como sucedía antes, el alma o el pensamiento a un cuerpo. Entonces cuando se asume la velación de lo carnal, el placer y el dolor quedan asumidos como un significante de rechazo a todo lo que implica la materialidad corpórea. Son el síntoma de un cuerpo sublevado que se instaura en los límites de la inconciencia, de la memoria y de la transgresión intervenida, además, por el avance científico y tecnológico que incrementan la frustración del individuo al mostrarlo como humano susceptible a la enfermedad, a la fealdad, a la esterilidad, a la vejez y a la muerte.
El cuerpo en la modernidad occidental es un bosquejo sobre el que ensayan y se erigen la ciencia, la sociedad y la ideología. Es el objeto-producto erigido por las sociedades capitalistas incapaces de entender, lo que en Antropología del cuerpo y modernidad se afirma; que “el cuerpo no es aislable del hombre o del mundo: es el hombre”.


David Le Breton. Antropología del cuerpo y modernidad. Buenos Aires: Nueva Visión, 2002.
Ana Karla Romeu



DESCARGAR LIBRO COMPLETO AQUÍ:


No hay comentarios:

Publicar un comentario